jueves, 11 de enero de 2007

A Ustari el futbol no le gusta.


“El fútbol no me apasiona, es un trabajo para mí. Siempre dije que mi deporte preferido es el básquet. Lo jugué en mi pueblo, en América”. Son palabras de una de las últimas perlas procedentes de la inagotable cantera argentina, de nombre Óscar, de apellido Ustari, y que la próxima temporada puede convertirse en nuevo jugador del Barcelona.

‘Osky’, como también se conoce al actual guardameta de Independiente de Avellaneda, hizo esas declaraciones justo antes de que José Pekerman, por aquél entonces seleccionador argentino, diese la lista oficial de convocados para el Mundial. Se jugaba el puesto de tercer portero con Germán Lux, pero se mostraba sincero. Es muy extraño que a un futbolista no le apasione el fútbol. Lo es, porque para muchos aficionados (entre los que me incluyo), el deporte rey es el pan nuestro de cada día, una pasión desmedida.

Y así, y como si se tratara de un trabajo cualquiera, el joven Ustari (3 de julio de 1986) se ha convertido en uno de los valores en alza del fútbol mundial. Sus palabras no fueron escollo alguno y Pekerman no dudó en llevárselo, con prácticamente 20 añitos, a Alemania. Allí, el futuro portero de la albiceleste vio desde el banquillo las actuaciones del meta titular, Abbondanzieri, y ganó experiencia en el plano personal, con todo lo que un campeonato del mundo conlleva.

En 2005, dos años después de acabar tercero en el Mundial Sub-17 disputado Finlandia, el arquero defendió la portería de Argentina en el Mundial Sub-20 que aquél equipo liderado por Leo Messi conquistó en Holanda. Precisamente, con el futbolista blaugrana podría coincidir en unos meses, ya que hay quien afirma que el Barcelona ha conseguido atarle por un precio que rondaría los 10 millones de euros. Sin embargo, y como suele ser habitual en estos casos, no han tardado en desmentir cualquier acuerdo.

Mide 1,84, los que le conocen hablan de una madurez innata, y los que le han visto jugar de unos tremendos reflejos, unas manos que prefieren atajar a despejar y unos pies que manejan sin temor el esférico. Él asegura que el fútbol no le apasiona, que prefiere el basket. Pero viéndole jugar, que nos permita que mantengamos la duda.

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